1.6.12

75.

Me gusta leer la columna semanal de Barbara Alpuente en la revista Yo Dona. Suele dar en el clavo. Es irónica y generalmente confiesa reflexiones y ocurrencias certeras sobre el universo femenino, contando situaciones habituales que tantas veces rozan el ridículo.

Hace unas cuantas semanas publicó el siguiente artículo. Lo comparto porque es esperanzador y optimista. Y porque alienta a seguir adelante y a arriesgar. 


¡Buen fin de semana!


EL ÚLTIMO TREN

Esperas en el andén con tus maletas de cuero mientras te sujetas la pamela para evitar que el viento la arrastre (La imagen es tipo Orient Express, que mola más) Llega el tren y subes a duras penas con tu equipaje. Llevas mucho peso, pero nadie parece tener intención de ayudarte. El revisor, con un bigote muy Hércules Poirot, toca el silbato y mete prisa a los viajeros. Te sitúas junto a la ventanilla mientras algunos pasajeros recorren todavía los pasillos en busca de su asiento. A tu lado se acomoda una señora muy grande que te mira de arriba abajo con suspicacia. En el vagón restaurante cenas sola y observas a la gente comer en silencio. No se oyen risas, no percibes miradas amables y los camareros te sirven con brusquedad. Se te cierra el estómago. Hay algo en el ambiente que te hace dudar. ¿Es este el tren en el que quieres viajar? Y si lo es, ¿por qué te encuentras en este desasosiego? Pero no pasa nada, piensas, si no deseas continuar el viaje, basta con bajarte en la próxima estación. El revisor, que ha escuchado tus pensamientos, te advierte de los riesgos que corres.

Los pasajeros dejan de comer y te escudriñan. Entre todos intentan convencerte de que quizá no exista otro tren. Deberías conformarte con este y dejar de buscar. Te arriesgas a quedarte en tierra mientras los demás continúan su camino. Y piensas: “¿realmente es este el último tren?” El convoy se detiene. La gente sigue mirándote con curiosidad. Tragas saliva. El revisor hace sonar el silbato sin perderte de vista. Todos confían en que no vas a bajar, es lo más sensato. De repente, un arrebato te conquista y sales corriendo, dejando incluso tu equipaje en el compartimento. Por las ventanillas ves los rostros atónitos de los pasajeros, y algunos te dedican una mirada de condescendencia, dando por hecho que vas a quedarte sola en el andén, a la espera de un tren que jamás llegará. Pero tú no sientes miedo, porque algo dentro de ti sabe que aquel no era el último tren. No existe un último tren, y quien quiera convencernos de lo contrario, quizá debería probar a apearse del suyo.
Columna Nadie es Perfecto, por Barbara Alpuente, publicada en la revista Yo Dona

4 comentarios:

  1. Muy acertada la historia, es verdad. Y muy bien contada.

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  2. Muy buen mensaje! me encantó conocer este texto y a Bárbara, gracias por compartirlo!
    Beso!

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  3. Me gusta eso de pensar que no hay último tren...reconforta...

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  4. ohhh! Cien por cien de acuerdo con Bárbara, estoy segura de que es la mejor elección. Por algo dicen que el mundo es de los que arriesgan y lo intentan... ;)

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